¡El supertitular! Y lo mejor de todo es que la fuente es la oficina regional europea de la Organización Mundial de la Salud, mediante nota de prensa (PDF).
En una nueva prueba de que la bici urbana es subversiva, hippie y de izquierda radical, la OMS ha presentado hoy un informe titulado «Unlocking new opportunities: Jobs in green and healthy transport» (PDF), en que analizan la situación del transporte en Europa y proponen soluciones a algún problemilla que sufrimos.
Según la OMS, en promedio cada europeo pierde 9 meses de vida por la exposición a partículas del diésel (sin contar el resto de polución). Cada año, 120.000 personas mueren antes de tiempo a causa de accidentes de tráfico, y los costes de estos -incluyendo bajas y tratamientos médicos- pueden representar hasta el 3% del PIB. Y estos son solo los costes directos derivados de problemas del transporte.
Entre los inconvenientes indirectos, 70 millones de europeos están expuestos a niveles de ruido excesivos. La OMS afirma que el transporte es en parte responsable de la falta de ejercicio físico, que mata a 1 millón de europeos cada año.
El paso del transporte privado a motor al transporte activo (léase, el uso de piernas, de serie en casi todos los humanos) vendría a paliar estos graves problemas, según la OMS. Pero además, esta transformación crearía puestos de trabajo, cosa que tampoco nos vendría mal.
Lo que la OMS no dice es cuántos puestos se perderán con la caída de las ventas de coches y motos. El gobierno de España, discretamente, tiene buen cuidado de contentar a los fabricantes de coches para evitar perder empleos en este momento económico tan delicado, y no duda en otorgar subvenciones directas e indirectas (como los planes PIVE, PIMA o AIRE) para ayudarles a pasar el trance.
No obstante, hoy en día hasta los fabricantes de coches asumen en público que vender más coche no puede ser la solución al transporte urbano. Por otra parte, la llegada cada vez menos utópica del coche autopilotado hace pensar que necesitaremos muchos menos coches en las ciudades (un tercio de los que hay ahora en Estados Unidos), y otros colectivos (taxistas, por ejemplo) ya están temiendo su desaparición. Y las aseguradoras y petroleras también tienen motivos para estar preocupadas a medio plazo.
Quizá la pregunta adecuada no es cuántos empleos se van a perder por dejar de hacer tantos coches, ni qué podemos hacer para impedirlo y seguir fabricando vehículos a mansalva. No está claro que convenga ni que sea factible impedirlo, en vista de los problemas que causan y de las alternativas que vienen. ¿Dónde y cómo podemos recuperar estos empleos? La previsible explosión de la bici va a crear algunos, como apunta la OMS; el dinero que la gente deje de gastar en sus coches, seguros y combustibles, que no es poco, también abre camino al desarrollo de otros negocios.
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