En un par de ocasiones he publicado tribunas en el diario La Rioja sobre movilidad en Logroño, ciudad en la que resido. Esta tribuna se publicó el 28 de agosto de 2014.
Logroño es una ciudad con pocos desniveles, de extensión reducida y con un clima benigno que invita a moverse a pie o en bici. De Valdegastea al C.C. Berceo apenas hay 6 kilómetros, un recorrido que puede hacerse a pie en poco más de una hora y en bici en menos de 20 minutos. La mayoría de desplazamientos pueden hacerse andando en media hora.
Los ciudadanos lo saben y lo aprovechan: según las estimaciones del Plan de Movilidad Urbana Sostenible (PMUS) de 2013, un estudio de 90.000 euros, más del 50% de los recorridos urbanos se hacen andando. Es una excelente cifra, pero un resultado que hay que seguir cuidando y fomentando. Extrañamente, el uso de bici, en una ciudad tan llana y asequible como Logroño, ronda un escaso 2% en el reparto modal, cuando tenemos todo a favor para que se haga popular.
El Plan de Infraestructuras (PI) 2013-2025 de la ciudad, heredero del Plan de Infraestructuras Viales (PIVL), propone 24 obras, con un presupuesto de casi 59 millones de euros, de las que 9 son nuevas glorietas o accesos, 9 nuevos viales o calles y 5 nuevas pasarelas peatonales para salvar el Ebro o distintas vías de gran capacidad. La idea principal del Plan de Infraestructuras parece ser incrementar la capacidad de nuestras calles de transportar más y más vehículos, con la expectativa de mejorar la fluidez del tráfico rodado. El PI no aporta cifras del uso de las vías actuales con ningún indicador: señala que el tráfico es “muy denso en horas punta” pero no aporta datos medibles (intensidad media del tráfico, número de vehículos por hora o día…), por lo que no conocemos la magnitud real del problema del tráfico, si es que lo hay.
Muy pocas de las obras del PI se destinan al uso peatonal, y cuando lo hacen es casi siempre para salvar viales. Peor aún, absolutamente ninguna habla de carriles bici ni medidas para que las bicicletas puedan compartir la calzada con el resto de vehículos con seguridad. Al contrario, si estas obras se ejecutan, el resultado esperable es que sea más sencillo utilizar el coche de forma masiva en Logroño y se pueda hacer a mayor velocidad, lo que no es buena noticia.
En psicología del transporte se conoce desde hace décadas el concepto de demanda inducida: si se construye más infraestructura para facilitar el uso de coche privado, la gente lo utilizará más. Y si crece el uso del coche, a medio plazo volveremos a sufrir atascos y a necesitar nuevas ampliaciones cada vez más caras, tanto en capacidad y anchura de las vías como en aparcamientos. Volvemos a la casilla inicial. Es un fenómeno documentado en numerosas ciudades; Lewis Mumford compara la creación de nuevas infraestructuras para atajar los problemas de tráfico con “aflojarse el cinturón para combatir la obesidad”.
La solución para hacer de Logroño una ciudad más habitable y con un transporte urbano cómodo y seguro no es fomentar el uso de coche privado con nuevas infraestructuras, ni aumentar la capacidad de las existentes, como propone el PI. El mensaje que se transmite al ciudadano es que es práctico y cómodo coger el coche, y le estamos invitando a que lo siga usando cada vez más. ¿Queremos que se incremente el uso del coche en nuestra ciudad? ¿Tiene sentido gastar dinero en infraestructuras que a medio plazo también pedirán más y más ampliaciones?
Es momento de hacer más con menos, y de hacerlo de otra forma: cambiemos nuestros comportamientos, fomentemos caminar, que eso ya lo hacemos muy bien, y fomentemos el uso de la bici, que tiene un potencial enorme en Logroño y es un medio de transporte cómodo, rápido y seguro.
Volvamos al PMUS, aprobado en noviembre de 2013. El diagnóstico del tráfico que plantea es rigurosamente técnico: Logroño ya tiene capacidad adecuada en sus vías para el tráfico actual, y cuando hay mal nivel de servicio es en hora punta y a causa de un problema específico: la doble fila. Textualmente, la situación del aparcamiento es de “elevada ilegalidad” y la doble fila es una “costumbre intrínseca” de nuestros conductores. Por otra parte, en Logroño hay una alta oferta de aparcamiento: el problema no es de escasez de plazas, viene por querer usar el coche para llegar, literalmente, hasta la puerta de nuestro destino.
El coche es una herramienta de transporte muy valiosa, pero no todos los trayectos se hacen más rápido en coche. En ciudad, cuando un trayecto es menor de 2 Km, normalmente la forma más rápida de llegar de puerta a puerta –considerando que en coche hay que aparcar, no se olviden- es andando. Y por debajo de 6 Km, la forma más rápida suele ser la bicicleta.
Para mejorar la movilidad en Logroño no necesitamos grandes gastos en infraestructuras: tenemos que abrir los ojos a nuestros ciudadanos e influir sobre su comportamiento. ¿Qué puede hacer el Ayuntamiento para combatir la doble fila y fomentar el uso de bici? Las herramientas ya las tiene. ¿Se atreverá a usarlas?
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