Dar luz verde a la obligatoriedad del uso del casco a menores que circulan en bicicleta es un pequeño paso para la seguridad de todos los conductores y peatones de la ciudad. Desgraciadamente, no es suficiente. Como el cinturón, el casco es un elemento de protección. Antiestético y pesado, reduce el riesgo de quien lo lleva. El uso del casco es un gesto más allá de los beneficios individuales. Es un gesto de respeto hacia los conductores de otros vehículos que defienden la movilidad segura y prudente, conscientes de los daños físicos y psicológicos de los que pueden ser responsables y, a su vez, víctimas. Ante el escalofriante número de imprudencias, me pregunto por qué continúa existiendo tanta adversidad al uso de esta indumentaria.
En España se calcula que existen entre 2 y 5 millones de ciclistas habituales, según la estimación. Seremos generosos y diremos que hay 4 millones por eso de simplificar las cifras. Según el INE de 2011, en España vivían casi 46.815.916 habitantes, así que entre el 4% y el 10,68% de nuestros habitantes pueden considerarse «ciclistas» con mayor o menor habitualidad; las encuestas del CIS dicen que más o menos el 6,2% de la población usa la bici con cierta habitualidad.
Entre 2000 y 2008, la Sociedad Española de Epidemiología ha tabulado la incidencia de lesiones medulares y traumatismos craneoencefálicos (TCEs) en la población general, teniendo en cuenta si el origen eran «accidentes de tráfico» u «otros mecanismos». El traumatismo craneoencefálico puede provocar no solo fallecimientos, sino también secuelas a largo plazo, de forma que es un perjuicio muy grave para nuestra sociedad, tanto por el evidente coste humano como por los costes materiales que conlleva su diagnóstico y tratamiento. La cosa es tan grave que la SEE tiene un grupo de trabajo específico de lesiones, en que participan entre otros Dª María Seguí. Aún aparece entre los miembros, al menos.
La definición de «accidentes de tráfico» de la SEE no desglosa si se trata de peatones, pasajeros, motociclistas o incluso ciclistas que también están comprendidos aquí. Como somos gente de buena fe, restaremos de las cifras de la SEE las que tenemos registradas de ciclistas a partir de los datos de la Universidad de Sevilla, para evitar posibles duplicidades en el cálculo.
Por otra parte, la SEE está considerando las ALTAS hospitalarias, esto es, las SALIDAS del hospital, a causa de TCE, ya sean por fallecimiento, traslado a otro centro, alta voluntaria o bien alta médica por restablecimiento. Esto significa que las cifras pueden incluir alguna duplicidad: una persona puede necesitar varios ingresos para restablecerse del todo, con sus correspondientes altas. Por tanto, las cifras de la SEE pueden estar ligeramente infladas, como ellos mismos admiten en su trabajo.
Hablando de lo nuestro, el casco ciclista, diseñado para cubrir parte de la cabeza, parece tener un efecto positivo en la reducción del TCE una vez se ha producido el accidente. Así que vamos a mirar cifras e indagar cuáles son las causas habituales del TCE en España, y si es sensato esperar una gran reducción de TCEs de hacerse obligatorio el casco ciclista.
¿Cuánta gente ha sufrido un accidente de bici con heridas en la cabeza? ¿Y cuánta gente ha sido ingresada por TCE de accidente de tráfico, o por otras causas?
En promedio, por cada ciclista que sufrió un accidente registrado con heridas en la cabeza hubo 14,97 altas hospitalarias por TCE de accidente de tráfico, y 40,29 por TCE causado por otros mecanismos.
Con toda la precaución necesaria -estamos comparando peras con manzanas, o mejor dicho accidentes con altas hospitalarias- esto parece indicar que el tráfico a motor es una causa mucho más importante en número de traumatismos craneoencefálicos que la bici. Si tomamos porcentajes, y asumimos a lo loco que un accidente ciclista equivale a un alta hospitalaria (ya les digo que esto es salvaje), sal:
un 1,88% de altas por TCE ciclista frente al total de TCEs, y
un 6,35% de TCE ciclista respecto al total de las altas de TCE causado por tráfico.
Comparen ese 1,88% y 6,35% con los porcentajes estimados de entre el 4% y el 10,68% de la población a la que considerábamos «ciclista», o el 6,2% del CIS. ¿Entra dentro de lo normal? ¿Existe mayor riesgo de TCE entre la población ciclista, o es similar al del resto? A mí me parece que no existe un riesgo significativamente mayor.
El mayor uso de bicicleta ha reducido la siniestralidad relativa en Barcelona, sin que se haya planteado ningún problema serio de incremento de traumatismos. La DGT considera solo la perspectiva clínica y parece ignorar otras posibilidades para reducir la accidentalidad y sus consecuencias (factores urbanos, comportamiento de otros vehículos, reducción del riesgo de accidentes en vez de simplemente plantear un paliativo).
La literatura científica existente al respecto de la efectividad del casco es poco robusta y se centra en efectos a corto plazo.Los efectos de la obligatoriedad son perniciosos porque:
Presenta a la bici como potencialmente peligrosa y desincentiva a quien aún no es usuario;
Podría fomentar un uso menos responsable entre los usuarios actuales;
Plantea problemas serios a los programas de bici pública.
No parecen haberse tenido en cuenta efectos positivos del mayor uso de bicicleta como la reducción de costes en sanidad o la mejora de la calidad del aire de las ciudades, cuestiones en las que existe un acuerdo muy amplio.
Es natural que cuando uno se dedica a una cosa le preste más atención y tienda a ignorar otros aspectos que, quizá, también tengan interés o ayuden a explicar una realidad. En sociología se le llama sesgo de encuadre. Es natural: los humanos somos un poco vagos y tiramos enseguida de prejuicios y experiencias previas.
Por ejemplo, si uno es médico, o pediatra, es muy fácil saltar a conclusiones quizá equivocadas en cuanto a las consecuencias de los accidentes de tráfico y cómo reducirlas. Si yo fuera médico, y me llegaran pacientes a urgencias por accidente de bicicleta, apreciando que la mayoría no llevaba casco, podría pensar que lo mejor es que el casco sea obligatorio. Uno tiende a pensar que el casco ciclista protege «mucho». Es humano, pero quizá no sea la verdad. Y sobre todo si se ignora un factor que es constante en la etiología del traumatismo craneoencefálico: el tráfico a motor.
Y no hay que olvidar que un casco nunca va a evitar un accidente: en todo caso, podrá paliar sus consecuencias.
1. La mayor parte de los accidentes de bicicleta ocurren en varones. 2. Casi el 80% de los niños que circulan en bicicleta no llevan casco. 3. La colisión contra vehículos a motor es el mecanismo más grave. 4. El uso del casco mejoraría el pronóstico de estos pacientes.
Y las del segundo estudio:
1. Aunque los accidentes de bicicleta son una causa poco frecuente de consulta en los servicios de urgencias, suponen un alto coste en cuanto a consumo de recursos.
2. El traumatismo craneoencefálico asociado al no uso del casco, se asocia a mayor gravedad y necesidad de pruebas complementarias.
Se incluyeron 846 pacientes, con una edad media de 9,6 ± 3,6 años y predominio del sexo masculino (72,9%). El traumatismo craneoencefálico (TCE) constituyó la tercera localización del traumatismo en frecuencia (22,3%) y la principal causa de ingreso en la UCIP (68,4%). El 77,9% de los accidentados circulaba sin casco, asociándose de manera estadísticamente significativa (p < 0,01) a una mayor incidencia de TCE y una mayor tasa de ingreso en UCIP. En la muestra se identificaron la edad (OR 1,063) y la colisión contra vehículos de motor (OR 2,431) como factores de riesgo de gravedad independientes.
Y las conclusiones:
Dado que el uso de casco reduce hasta en un 88% las lesiones del sistema nervioso central secundarias al traumatismo craneoencefálico, la principal medida de prevención debe ser la promoción de su uso.Circular por las zonas habilitadas para bicicletas puede disminuir la gravedad de los accidentes.
(El naranja y la negrita son mías).
A mí me parece que hay asunciones equivocadas y conclusiones precipitadas en este estudio y estas comunicaciones, que, por lo demás, al menos son un buen intento de obtener datos -porque recordemos que en España no tenemos casi nada tabulado-. Gracias por el intento.
La DGT, a través del extinto Observatorio Nacional de Seguridad Vial, publicó en 2011 un hermoso manual, titulado «La movilidad segura de los colectivos más vulnerables», en que se explica su estrategia (de entonces) hasta 2020.
No tiene desperdicio, y la idea general es preciosa:
Un 54% de los accidentes con víctimas y un 22% de los fallecidos por accidente de tráfico en el año 2010 han tenido lugar en zona urbana.
En las últimas décadas, los cambios en la configuración urbanística de las ciudades han transformado el modelo de movilidad de los ciudadanos, ya que la segregación de los usos y de las actividades, y el aumento de las distancias, han convertido el automóvil en el modo principal de transporte para muchas personas. Este hecho ha tenido como consecuencia impactos sociales y ambientales de gran calado que han afectado la calidad de vida y el bienestar colectivo. La accidentalidad vial es uno de los principales. Continuar leyendo «DGT, ¿dónde están nuestras estadísticas?»
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