Habitualmente la innovación me parece casi siempre un buen valor. Pero en este caso me hace pensar en lo obvio: ¿de verdad un trozo de cartón de 3 mm de grosor CUMPLE EL ESTÁNDAR que tanto ha de «proteger» los cráneos de los ciclistas? ¿No les parece que hay gato encerrado?
A la hora de leer este artículo, tengan en cuenta que hay algunas dificultades técnicas para evaluar el riesgo real de circular en bicicleta. No existen datos fiables de uso de la bici para el conjunto del país, y lo más parecido que hemos podido encontrar es el Barómetro de la Bicicleta que hace la Fundación ECA Bureau Veritas, que se trata de una encuesta y no una medición de uso real. Sí existen valoraciones de reparto modal para ciudades relativamente grandes, como Barcelona, Valencia o Sevilla, pero no tenemos certeza de que sean extrapolables al conjunto del país. Así pues, varios de los indicadores del riesgo como la probabilidad de accidente por distancia recorrida o por hora de uso directamente no los podemos calcular. Si alguien los tiene o puede conseguirlos, le estaremos muy agradecidos.
Así pues, no vamos a analizar el riesgo real de ir en bici. No podemos. Ahora bien, hay cosas que sí podemos sondear.
En estas cifras se incluyen variables muy interesantes para averiguar el grado de protección real del casco frente a accidentes reales: se indica si el accidentado llevaba casco o no, o si se desconoce, y si sufrió lesión craneal. El único cometido del casco es proteger de este tipo de lesiones, de manera que estos datos dan indicios fiables, para el desafortunado caso en que se produzca un accidente,
del nivel de riesgo de lesiones craneales que se corre si se tiene un accidente,
y del nivel de protección/efectividad que otorga el casco.
Hay mucha gente de buena intención que está a favor de la obligatoriedad del casco en todas las vías. Es cierto que, intuitivamente y a primera vista, parece buena idea porque el casco se asocia con mayor protección.
Y la verdad es que los humanos somos bastante malos interpretando riesgos. Por eso a mucha gente le da pánico montar en avión, cuando estadísticamente es muchísimo más peligroso montar en coche. Como usar el coche es cotidiano, nos sentimos más seguros en él que en un avión, aunque no lo estemos.
Los cascos ciclistas, como otros sistemas de protección personal, tienen que cumplir unos requisitos de homologación. Queremos contaros cuáles son, averiguar de qué protegen exactamente y de qué va la cosa en general.
La normativa
En la Unión Europea, los cascos ciclistas para adultos tienen que cumplir de forma genérica la directiva 89/686/EC (también en español) que se refiere a «todo tipo de equipamiento personal de seguridad», y específicamente la norma europea EN 1078, con extracto disponible en castellano vía Aenor. En la directiva se indica específicamente que esta directiva excluye a…
Helmets and visors intended for users of two- or three-wheeled motor vehicles.
En otras palabras, los cascos de bici no sirven para ir en moto. La normativa europea de cascos para motocicleta incluye tres niveles de protección, según cubran y protejan la barbilla o no, y es heredada de la regulación 22 de las Naciones Unidas. ¿Y son muy distintos los requisitos? Han de serlo, a la vista de que unos no valen para lo otro.
Para empezar, el preámbulo de la transposición británica a la norma EN 1078, en lo demás idéntica al resto de normas europeas, dice:
[The standard] specifies requirements for helmets intended for use by pedal cyclists on ordinary roads, particularly by young riders in the 5 years to 14 years age group, but which may also be suitable for off the road. It is not intended for high-speed or long distance cycling, or for riders taking part in competitive events. The level of protection offered is less than that given by helmets for motorcycle riders and is intended to give protection in the kind of accident in which the rider falls onto the road without other vehicles being involved.
Es decir, ofrece menos protección que los cascos para moto, y está diseñado solo para accidentes en los que no interviene otro vehículo: cuando el ciclista cae contra la carretera.
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