La idea es sencilla: si alguien ha sido amable y ha hecho las cosas bien en sus desplazamientos urbanos, los ciudadanos pueden darle las gracias públicamente. Se busca felicitar a todos esos héroes anónimos que a diario hacen las cosas bien, y que aunque son mayoría pasan desapercibidos.
Entre los ciudadanos que participen la ciudad sorteará una bici.
La pedagogía habla de refuerzos negativos y positivos, y la economía de incentivos positivos y negativos, para enseñar o para conducir a la gente a repetir o evitar ciertas acciones y comportamientos. Muchas veces, hablando de tráfico, nos centramos en los comportamientos que no hay que hacer, y los castigamos con multas. Igualmente, en asuntos de transporte, se habla de desincentivación de ciertos comportamientos: por ejemplo, si queremos evitar que la gente acuda en coche al centro de la ciudad, una forma de dificultarlo es poner un precio caro al aparcamiento.
En pedagogía y psicología se suele decir que es más eficaz dar un refuerzo positivo (un premio o alabanza) a los comportamientos positivos que dedicarse a castigar los negativos. En España, las campañas de tráfico de la DGT suelen basarse en lo contrario -asustar mostrando los efectos de transgredir las normas, en forma de accidentes y muertes- y parece que funcionan.
Quizá entre los francoparlantes, siempre tan corteses y gentiles, una campaña como esta tenga mejor encaje que entre los españoles, que tendemos a ser más desenvueltos (y malhablados), pero me parece muy buena idea.
¿Qué refuerzo positivo podríamos dar a los ciudadanos españoles que, a diario, se comportan bien en nuestras calzadas? ¿Funcionaría en España una campaña así?
Alguien preguntó en Quora qué podía hacer para circular en bici con seguridad en ciudad, y salió una guía breve pero relativamente completa de qué hacer y qué no hacer para usar la bici sin miedo en ciudad. Si no os apetece leerla en inglés, os la traduzco al castellano. Seguro que faltan millones de cosas, pero la intención es que sea breve.
Evitar el accidente
No hay mucho que se pueda hacer para salir bien parado de un accidente. Se puede llevar casco o usar vestimenta de seguridad -un mono como los de motocicleta, por ejemplo- pero eso no resulta nada cómodo. Así que la idea debe ser evitar el accidente. Y debería ser fácil: desplazarse en bici en Europa es seguro, más o menos igual que caminar.
Ten la bici a punto
Esto debería ser obvio, pero parece que no lo es. La mayoría de accidentes de ciclistas en soledad ocurren porque algo no funciona como debería en la bicicleta: frenos sueltos, cadenas que se sueltan y te hacen tropezar, cubiertas demasiado desgastadas y que resbalan, tijas del sillín mal apretadas, luces que se quedan sin pilas.
Conviene tener a bici siempre a punto: tres o cuatro revisiones al año y cuando algo no funcione.
Lleva la ropa que quieras
Puedes ir en bici casi con cualquier cosa, desde un bañador hasta con traje o un vestido elegante. Lógicamente, es preferible ir adaptado a la temperatura que haga para no pasar frío ni calor y, si llueve, algo impermeable. Pero hay un par de precauciones elementales.
En los pies, es preferible evitar las chanclas (o sandalias, o flip flops, o como las llames) y cualquier calzado que se te pueda desprender. Los cordones, por favor, bien atados porque los cordones sueltos se pueden enganchar.
Y si llevas falda, mejor que sea corta o se podría enganchar en la cadena o las ruedas traseras. Si quieres llevar falda larga, hay protectores de rueda y cadena para que eso no pase, y un truco para sujetarla con una goma que parece que funciona, pero acuérdate, por favor.
Mantente alerta
Muchos accidentes de ciclistas en soledad ocurren por distracciones. Hay que estar alerta: mira y piensa por dónde vas. El uso de cascos/audífonos puede ser peligroso y está prohibido en muchos países. Y, por favor, no uses el teléfono mientras vas en bici.
Del 2 de junio y hasta noviembre entra en marcha en Francia una prueba del pago de gastos por desplazamientos en bicicleta, de forma muy controlada. De momento participan 19 empresas y organismos públicos que cuentan con unos 10.000 empleados. Dos tercios de estos corresponden a una sola empresa, la mutua de seguros MMA, con sede en Le Mans; hasta la fecha, solo el 2,6% de sus trabajadores acude en bicicleta al trabajo. El gobierno francés ha publicado una lista completa de las empresas que participan.
Publicada originalmente en El Diario y redactada por David Estal, de Estal Klouman Arquitectos y colaborador en el estudio L’Ambaixada, en esta pieza -escrita pensando en la ciudad de Valencia- nos hablan de la necesidad de buenos aparcamientos para motivar a usar la bici.
¡Sácame de aquí!
David Estal
Los arquitectos tenemos la extraña costumbre de mirar hacia arriba cuando caminamos por la ciudad. Este gesto, en apariencia despistado, nos protege de los excrementos de las palomas a la vez que nos permite observar ciertos detalles. Es en una de esas miradas atentas cuando encuentro algo inquietante… ¡una bici en un balcón! La pobrecita está encajada de tal manera que una rueda que le sobresale por la barandilla parece suplicarme desesperadamente: “sácame de aquí”.
Para mi decepción, el misterioso caso de la bici desprotegida (que no abandonada), no es un hecho excepcional. Día tras día, calle tras calle, podemos encontrar ejemplos de bicis ‘aparcadas’ en los balcones compartiendo espacio con tendederos, aires acondicionados, macetas (en el mejor de los casos) y bombonas de butano tostándose al sol. No importa el barrio, ni el piso, ni menos aún, el tipo de bici. Es algo bastante habitual en el paisaje de nuestra ciudad y seguro que os habréis dado cuenta. Pero, ¿debemos ser indiferentes a ello?
Como mínimo hay dos causas para explicar este contagioso fenómeno. La primera es que una bici depositada en un balcón es una consecuencia evidente de la falta de espacio adecuado en el interior de la casa o en el edificio, condenando ese lugar llamado balcón que fue concebido como un sitio donde estar, y no tanto como un trastero o un aparcamiento. Entre la suciedad que coge la bici, más la dificultad añadida de subirla en ascensor (si lo hay) y el tener que atravesar la casa dejando rastro, me hace pensar que la elección (bastante incómoda) de dejarla en el balcón es porque además se usa de vez en cuando, tal vez algunos fines de semana para pasear por el jardín del Turia, un espacio cada vez más ‘exitoso’ invadido por el running y el cycling.
El segundo argumento, algo más apropiado para este artículo, denota la no existencia de una política urbana que responda la necesidad creciente de aparcamientos para bicicletas más allá del incierto estacionamiento en la calle (en aceras, lamentablemente). Ocupando arbitrariamente el espacio público del viandante encontramos las bicis encadenadas a unos escasos y no señalizados elementos llamados ‘U’ invertidas (árboles, señales o farolas en su ausencia), para lo cual se deben tomar múltiples precauciones mediante medidas antirrobo. Entiendo que es un estacionamiento de corta duración que no resuelve el aparcamiento en el origen del desplazamiento, tan solo un destino eventual.
Entonces, ¿existe alguna otra práctica? Recientemente, Fernando Mafé, miembro de la perseverante Valencia en Bici me mandó una noticia en la que se anunciaba el primer bicipark de Barcelona. El lugar que lo hace posible: un solar. O sea, un espacio sin uso, cedido por el Ayuntamiento dentro del Pla Buits a la fundación Formació i Treball, con capacidad para 700 bicicletas. Desde el 22 de abril, este espacio libre se ha convertido en un aparcamiento vigilado las 24 horas con diferentes tarifas y servicios para las bicicletas que además, da trabajo a cinco personas con riesgo de exclusión social.
Se trata pues de un loable experimento que sin duda, puede contextualizarse en nuestra ciudad salpicada de espacios infrautilizados con capacidad de ser dotados de contenido, al menos transitoriamente. No obstante, de momento se sigue apostando por otro tipo de gestión. Por ejemplo, el tremendo solar del Teatro Princesa se convirtió rápidamente en un aparcamiento alquilado para camionetas del Mercado; lo cual evidencia otro problema, la falta de estrategia frente a la logística comercial en el centro histórico.
Del mismo modo que ocurre con los automóviles, la oferta de aparcamiento genera demanda en el uso, mediante un ‘efecto llamada’. Por contra, el temor a no encontrar un aparcamiento que reúna las condiciones de seguridad, comodidad y proximidad, junto a la ordenanza actual, restrictiva en el uso de cualquier mobiliario urbano como aparcamiento, produce una disminución en el uso de la bicicleta particular.
En su día tuve la ocasión de participar con la Universidad Politécnica en la redacción del documento previo del Plan de Movilidad Urbana Sostenible en el capítulo dedicado a la bicicleta. En él recomendábamos la creación de una red de ciclo-aparcamientos de identidad reconocible y adecuada a cada barrio según su necesidad y personalidad que resolviera los trayectos frecuentes, de puerta a puerta. La idea era (es) situarlos en paradas de transporte público, calles comerciales (con patrocinio de ámbito local), colegios, ambulatorios, espacios deportivos, polígonos, gasolineras (iconos urbanos estratégicamente colocadas), etc. Y, especialmente, me atrae la idea de aparcamientos mixtos, integrando la bici (y otros usos complementarios) como una oferta más en la existente red de aparcamientos subterráneos, públicos, privados, e incluso en los edificios de vivienda. Aquí, de nuevo cunde el ejemplo barcelonés, que muestra las facilidades de su red B:SM mediante abonos para bicicletas y descuentos para bici jove.
En definitiva, una Valencia a ritmo de la bici no se consigue solo con más carriles y un servicio municipal de alquiler. Hay otros retos por resolver, uno de ellos que facilitaría e incrementaría su uso diario como medio de transporte, es posibilitar ciclo-aparcamientos abundantemente en origen y destino. Hemos visto como algunos espacios infrautilizados de la ciudad construida pueden ser fácil, rápida y económicamente, parte de la solución. Tal vez en el futuro,[1] si lo hay, las bicis estén aparcadas en las calles con toda tranquilidad, mientras los coches se asomen por los balcones reclamándonos “sáquennos de aquí”. Aunque esto creo que ya ocurre para los que no pueden vivir sin él…
[1] «Cada vez que veo a un adulto sobre una bicicleta no pierdo la esperanza para el futuro de la humanidad.» H.G. Wells.
No se asusten por el título, no nos hemos vuelto locos…
Manifiesto en defensa del coche
Màrius Navazo
1. Un vehículo urbano muy lento
El coche en ciudad es un vehículo muy lento. Sólo hay que seguir anualmente los resultados de las carreras urbanas del transporte que organiza la Asociación para la Promoción del Transporte Público de Barcelona, dónde se observa que el coche en muchos casos es más lento que la mayoría del resto de modos [1. Carrera de movilidad sostenible, PTP]. De hecho, en algunos trayectos se clasifica en última posición, lo que quiere decir que llega ¡¡¡por detrás del peatón!!! Y esto no sólo sucede en Barcelona ciudad (2.000.000 habitantes), sino que se agudiza en ciudades de menor tamaño como Hospitalet de Llobregat (400.000 habitantes) o Sabadell (200.000 habitantes). Por lo tanto, es urgente la implantación de soluciones para que este invento emblemático del siglo XX se vuelva competitivo en nuestra realidad urbana contemporánea.
Desde la perspectiva del usuario, a menudo la competitividad del coche se mide según su fiabilidad y el ahorro de tiempo respecto de los otros modos de transporte. Ciertamente, el coche contiene el potencial de ofrecer ambos aspectos, pero siempre y cuando en aquel momento haya un número reducido de coches en circulación. Si no es así, la competitividad del coche se desvanece completamente. Y esto es precisamente lo que sucede cotidianamente en los momentos en que la sociedad más necesita moverse (horas punta), restando garantizada la competitividad del coche sólo durante las horas valle. Por lo tanto, la aportación beneficiosa del coche a los individuos y a la sociedad es limitada porque su uso masivo lo vuelve lento e impredecible precisamente en los momentos de máxima necesidad social de desplazamientos, agravando con la congestión viaria determinados problemas colectivos de salud pública y ambiental. El reto, entonces, es conseguir que el coche sea competitivo también en hora punta, y tanto desde una perspectiva individual como colectiva, garantizando que sus aspectos positivos afloren, a la vez que se minimice la aparición de efectos negativos. Y para ello, es necesario asegurar que el uso del coche no sobrepase aquel umbral de uso masivo a partir del cual sus aspectos positivos se desvanecen y se manifiestan con fuerza los aspectos negativos.
2. Devolver la fiabilidad al coche
La receta tradicional para mejorar la movilidad en coche ha sido -y en muchos aspectos sigue tristemente siendo- aumentar la capacidad y gratuidad de la red: más vías, mayor prioridad en las intersecciones, más aparcamiento y menos peajes. Pero décadas de inversiones en este sentido no han conseguido mejorar la competitividad del coche. Así pues, la solución no puede centrarse en ofrecer más capacidad y gratuidad, sino más fiabilidad. Aquello que verdaderamente puede devolver la competitividad al coche es que sus usuarios conozcan con fiabilidad cuánto tiempo tienen que destinar a un trayecto y la hora a la que llegarán a destino, sin estar sujetos a la impredecibilidad hoy asociada a la red viaria. Y la fiabilidad sólo puede conseguirse reduciendo la congestión viaria y garantizando el aparcamiento.Continuar leyendo «Colaboración: manifiesto en defensa del coche»
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