Antes de empezar, como no resido en Vitoria y no la conozco, tengo que advertir que esta opinión se lanza de lejos. No le he tomado el pulso al centro de esta ciudad todo lo que me gustaría, y no puedo saber qué opinan sus habitantes de la prohibición «blanda» de circular en bicicleta por alguna de sus calles peatonales que ha entrado recientemente en vigor junto con la nueva ordenanza ciclista. Estoy seguro de que en Bizikleteroak, en otras asociaciones, o en los foros de alguna tienda de bicicletas de por allá podrán encontrar opiniones más de cerca. Y el mejor comienzo para ir comprendiendo qué ocurre sería leer la ordenanza completa en la página del Ayuntamiento.
De cualquier modo, ya hemos hablado por aquí de las características de la accidentalidad ciclista en Vitoria, tal como la analizan desde el Ayuntamiento.
La ordenanza propone muchas cosas bastante interesantes, como la restricción de circulación en bici por las aceras, el permiso para circular por ciertas vías de tranvía, la posibilidad de ir a contramano en algunas calles o la generalización de las líneas de detención adelantada en los semáforos. Si es posible, detallaremos esta información en otra entrada. Pero lo que ha hecho mucho ruido es la prohibición «blanda», y la llamo blanda porque de momento se va a informar y no a sancionar. La cosa ha creado tanto ruido que el propio Alcalde de Vitoria ha remitido carta abierta a los bicicleteros para explicar sus motivos.
¿En qué criterio se apoya el Ayuntamiento de Vitoria para llegar a esta decisión? ¿A quién le ha consultado? ¿Tiene sentido hacerlo? Veamos.
El problema de la convivencia entre peatones y ciclistas no es nuevo, desde luego. En la propia Vitoria, un bando de 1893 ya prohibía la circulación de «velocípedos» en razón a «las continuas reclamaciones» que llegaban al Alcalde por los accidentes causados. Y en la muy ciclista Holanda también se dan problemas similares. Por lo general, cualquiera es peatón antes que ciclista, y en caso de discrepancia conviene facilitarle las cosas al peatón. Es, o debería ser, el rey de la ciudad.
El Fietsberaad holandés -una organización nada sospechosa de ser «anticiclista»- encargó un estudio en 2004 para determinar con criterios claros cuándo y en qué condiciones pueden convivir ciclistas y peatones en zonas libres de vehículos a motor. Porque estaremos todos de acuerdo en que cuando hay mucho tránsito peatonal, se hace complicado circular en bicicleta, y a veces hasta imposible.
Se empieza por fijar un criterio de densidad peatonal, que es la cantidad de peatones que pasan por un metro lineal de calle en una hora. Y las conclusiones que alcanzaron, aparte de indicar que los propios ciclistas eligen recorridos alternativos cuando hay mucha aglomeración peatonal, son sencillas: si se supera un umbral de 100 peatones por metro lineal de calle y hora, empieza a presentarse incomodidad para los peatones. Entre 160 y 200, recomiendan establecer zonas separadas para peatones y ciclistas dentro de la zona sin vehículos a motor. Y por encima de 200, el Fietsberaad no ve viable la convivencia entre peatones y ciclistas.
En Vitoria existe desde 2007 un Observatorio de la Bicicleta, gestionado por Bizikleteroak a medias con el Centro de Estudios Ambientales que financia el Ayuntamiento. Antes de confirmar la nueva ordenanza, como señala el propio CEA en su boletín, se realizaron múltiples reuniones con el Observatorio y el Foro de la bicicleta, se estudió la situación de partida, se hicieron mediciones de densidad peatonal en las calles del centro y se estudiaron las rutas alternativas que podrían tomar los ciclistas. Así que la medida se ha tomado, cosa rara en estos lares, con criterio y después de haber escuchado a las partes.
El CEA ha medido el flujo peatonal en varios puntos peatonales del centro urbano de Vitoria. En casi todos ellos, la cantidad observada estaba por encima de los 200 peatones/metro/hora citados, y los sábados se superaban los 500 y 600 en algunos puntos de mucho tránsito. Si puede reprocharse algo a esta medición es que solo han hecho cuatro observaciones (durante dos días laborables y dos sábados de junio y noviembre de 2013). No obstante, y desde lejos, la medición parece válida. ¿Qué más podemos pedir? Es una decisión coherente.
Se puede discutir si el criterio horario escogido es razonable, pero lo veo como un mal inevitable. La alternativa es disponer de algún sistema de conteo de peatones para abrir/cerrar la circulación de bicis, lo que es caro y complicado, o dejarlo al criterio subjetivo del ciclista, lo que parece que no ha funcionado hasta la fecha.
Dicho esto, creo que al Ayuntamiento cabe hacerle una pregunta: ¿cuáles son las rutas alternativas que propone a los ciclistas? A la gente de Bizikleteroak no le parece que haya alternativas preparadas y claras para sustituir el paso por zonas peatonales, y al fin y al cabo residen allá. Algo sabrán.
Y hay otra pregunta, más grave y dirigida a los ciclistas que protestan: ¿por qué hay gente que insistía en querer circular en bici por esas zonas cuando estaban atestadas de peatones? Porque creo sinceramente que de no haber existido quejas a este respecto, no haría falta incorporar esta prohibición a la ordenanza.
Espero que poco a poco el sentido común -esa cosa que, según Eneko A., entre los ciclistas de por aquí aún no puede existir- vaya calando y que la prohibición se termine por levantar, al ser innecesaria de tan obvia.